¿Enseñanza tradicional o por competencias?
Ricardo Palomo-Zurdo, Catedrático de Economía Financiera y Decano en la Universidad CEU San Pablo, plantea en este artículo la “difícil” transición desde un modelo tradicional de acumulación de conocimientos hacia un modelo de competencias y, ahora, hacia un modelo de resultados. Una transición que en su opinión “demanda visión de futuro”.
“Es preciso aprovechar de manera eficiente del esfuerzo de los estudiantes que, a menudo dispersos en el aula y sobre estimulados por las redes sociales y la inmediatez de la información, pierden la atención e interés por las clases con formato tradicional”, apunta.
“Lo netamente memorístico sigue siendo el modelo preponderante para el acceso a las plazas de funcionario de las administraciones públicas. Incluso en otras actividades, como la licencia para conducir, se exige recordar cuestiones tan importantes para el aspirante a conductor como el peso máximo autorizado del remolque que podría arrastrar un vehículo”. La EBAU o EvAU es otro ejemplo de evaluación masiva e intensiva de conocimientos con considerable carga memorística.
La evaluación se ha convertido, “tristemente”, en el centro del modelo educativo, afirma. Ricardo Palomo-Zurdo señala en este artículo la importancia de plantear cómo deberían evaluarse los conocimientos y competencias en la época actual: “Un examen clásico es una evaluación artificial, parcial y aleatoria en el que es más fácil medir los conocimientos que las competencias, por lo que los nuevos sistemas de evaluación mediante retos y otras metodologías de trabajo se acercan más a lo que demanda la evolución del mundo”.
Asegura el Catedrático que las empresas demandan competencias, “pero el sistema educativo sigue actuando como quien se afana en introducir más cucharadas de potito a un bebé cuando este mantiene la boca cerrada”.
El reto del docente, ser un maestro orientador
En opinión de Ricardo Palomo-Zurdo, el docente actual debe asumir el principal de los retos: volver a ser el maestro orientador que provoque la curiosidad de los estudiantes y su interés por aprender y por querer ir más allá en las materias que más le atraen.
“Se puede innovar mucho en las temáticas y enfoques de los trabajos individuales y en grupo, guiar para que elijan opciones y las maduren, mostrar caminos y no dar recetas de mecánico seguimiento. Memorizar lo que de verdad importa. Aprender filosofía, literatura o historia, no sólo como un listado de autores, obras y fechas, sino sobre un contexto holístico que ayude a entender el porqué de sus creaciones o de los sucesos acaecidos, reforzando así el innegable valor de las humanidades en un mundo digitalizado y algorítmico”.
Finaliza el artículo hablando de la poca intersección entre los dos métodos de aprendizaje. El tradicional, preponderantemente de base memorística y solitario estudio individual.
El moderno, basado en el trabajo en equipo, en la participación de los estudiantes, en la experimentación, en el interés por estimular capacidades en la enseñanza de las llamadas habilidades blandas y tecnológicas…
“El resultado es una suerte de estudiante atrapado entre dos fuerzas antagónicas”, afirma. Por ello, concluye, es “importante transmitir a todos los actores del sector educativo la necesidad de obrar un cambio constructivo y con proyección de futuro”.