Gestionar la organización familiar, el desafío del verano
Inés Serrano Fernández, doctora en Psicología de la Universidad CEU San Pablo, explica en un artículo de ABC cómo cambia la organización familiar en verano.
Cuando llega el verano cambia por completo la organización familiar. Padres e hijos conviven más horas cada día y hay más tiempo libre disponible. Gestionarlo de manera satisfactoria resulta todo un desafío.
Actualmente el ocio y el tiempo libre se encuentran con frecuencia ligados al consumo de experiencias. Para los niños, que están en pleno desarrollo (motor, cognitivo, emocional, social, moral), contribuye al avance de las diferentes áreas. Sin embargo, no siempre da respuesta a las necesidades más profundas.
El ser humano vive de forma permanente el hambre de sentido. En ocasiones conseguimos engañar ese hambre a través de distracciones como el móvil, la actividad constante, la conversación banal… Pero la necesidad de búsqueda no desaparece.
Este tiempo de vacaciones que empieza nos presenta la oportunidad de avanzar la búsqueda: ¿Quién soy? ¿Cuál es el para qué de mi vida? ¿Para qué formé una familia? ¿En qué se concreta hoy? solamente disponiendo nuestra vida para esa finalidad estamos en el camino.
Debemos ayudar a los hijos a averiguar quiénes son. El verano es entonces tiempo de comunicación: llegar a conocer cómo ha sido su curso, cuáles eran sus expectativas, cómo se han visto (o no) alcanzadas, qué ilusiones y deseos tienen, cómo están más allá de las notas, en su corazón, con sus amigos, en casa, cómo se encuentran respecto a nosotros. Tenemos la responsabilidad como padres de ayudarles a vehiculizar sus experiencias, ponerlas en palabras, aterrizarlas. Facilitar que las integren, y con ello se entiendan, se conozcan, se acepten. Y así, preparar el terreno para que acaben descubriendo su propio para qué.
El verano es entonces tiempo de encuentro. Cada familia tiene una misión específica, que sólo puede ser llevada a cabo por ellos. Descubrirla y responder a ella es apasionante y necesario. Como consecuencia, la agenda quedará organizada de manera natural. No por las exigencias externas de «lo que está de moda» o «deberíamos, porque lo hace todo el mundo», sino porque se vuelve muy claro captar qué debemos hacer para responder a la misión de la vida, y qué no contribuye a ello, y por tanto debo dejar.