La importancia de educar desde la calma
¿Cuántas veces nos lamentamos de que no tenemos tiempo para escuchar a nuestros hijos, para conversar con ellos con tranquilidad? Educamos desde la impaciencia, las prisas y el estrés que nos produce el ritmo de vida que llevamos.
Con todas las obligaciones diarias, las agendas saturadas, las prisas y la sensación de falta de tiempo, es fácil que nos irritemos y que nuestro cansancio y mal humor lo terminen pagando nuestros hijos.
Vamos con prisas a todas partes, y esta prisa se la transmitimos a nuestros hijos. El estrés con el que vivimos los adultos empieza a formar parte de la vida de los niños.
Sin darnos cuenta nuestros mensajes hacia los niños son; ¡vamos!, ¡date prisa!… Les hacemos correr de aquí para allí todo el día.
No podemos olvidar que somos el ejemplo de nuestros hijos y que aprenderán a enfrentarse a la vida según lo que vean en sus hogares. Como padres, debemos apagar el piloto automático y disfrutar cada momento que pasamos con nuestros hijos. Regálales un tiempo de calma y tranquilidad.
Aunque no sea fácil conseguirlo, educar a nuestros hijos sería mucho más fácil si fuésemos capaces de hacerlo desde la calma. Con el ejemplo, desde el respeto mutuo, el amor, la empatía y la comprensión. No podemos olvidar que los niños interpretan el estado de ánimo de los papás desde los 3 meses de vida.
Educar desde la tranquilidad significa también no sobreprotegerles, porque los niños deben aprender por sí mismos a resolver obstáculos y que nosotros, muchas veces, lo hacemos por ellos.
Una paternidad más relajada con espacio para que los niños jueguen y se aburran, para que se equivoquen y adquieran responsabilidades y autonomía. Disfrutar de ser padres, para que también ellos disfruten de ser hijos, es el primer paso para salir de la espiral de la hiperpaternidad.
“Educar es dejarles ir”, nos comentaba en un CEUtalk la experta Eva Millet. “Puedes empezar por un pequeño gesto tan sencillo como dejar que lleven su mochila. Continúa por dejarles que ayuden en casa y por no preguntarles todo”. En su opinión, “la familia no tiene que ser una dictadura pero tampoco una democracia asamblearia”. Los límites son una herramienta clave para educar bien.
¿Cómo poner esos límites? Siendo firmes, pero cálidos (sin gritarles), y adaptando el mensaje a su edad.
En este proceso es muy importante la educación emocional desde edades tempranas, uno de los pilares del modelo educativo de nuestro Colegio.
Ayudémosles a identificar y a gestionar sus emociones.
Pasemos tiempo de calidad juntos, mostrándoles nuestra ayuda, cariño y confianza a diario. Afrontando los conflictos de manera empática con herramientas de escucha activa. Siendo coherentes entre nuestras palabras y nuestros actos, llenando su mochila de habilidades para la vida como la honestidad, el respeto o la resiliencia.
En otro de los CEUtalks, Lucía Galán -Lucía, mi pediatra-, recomendó a los padres practicar «una escucha activa —con los cinco sentidos—», sobre todo en momentos críticos del día. Nos habló de organizar los desayunos con tiempo suficiente y no estresar a los niños al salir de casa ni de camino al colegio. Igualmente, señaló que los pequeños necesitan un rato de serenidad antes de dormir: “Leerles un cuento, escuchar música, darles un masaje en los pies, compartir historias con ellos… es lo mejor para crear valiosos recuerdos”.
Si queremos que nuestros hijos sean autónomos, respetuosos, seguros, decididos y empáticos, debemos marcarles el camino, advirtiéndoles de los peligros y siempre prestando atención a su desarrollo: Hay que estar ahí incondicionalmente.
“No juzgues al niño, sino su comportamiento. No le digas eres un desastre, dile la habitación está desordenada; no le digas eres un inútil, porque eso influirá en su autoestima”. Lo mejor, en opinión de Lucía, mi pediatra es expresar cómo te sientes cuando ves su habitación destartalada, preguntarle qué ha pasado y utilizar la ironía, “un recurso maravilloso que los propios niños aprenderán a utilizar con los demás para resolver sus propios conflictos”.
Otra pauta fundamental para forjar la personalidad de los niños es expresarles nuestra confianza en ellos: “Confío en ti, sé que puedes”. Y pone en valor la importancia del reconocimiento, siempre que haya un esfuerzo detrás.
En definitiva, “pregunta, siente, comparte”.