Cada 8 de diciembre celebramos la festividad de la Inmaculada Concepción, un hecho que se conmemora en España desde 1644. Si bien no fue hasta 1854 que el Vaticano, a través de la carta apostólica de Pío IX «Ineffabilis Deus» declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Desde entonces, es una de las verdades en las que creemos, lo que se denomina dogma o artículo de fe, si bien ya desde 1708 era fiesta de guardar por orden del papa Clemente XI.
Por tanto, lo que se celebra en esta fecha es la concepción de la Virgen libre de pecado original con el que nacemos todas las personas. Ella nació sin él gracias al don de su hijo, que en el momento de aceptar su venida a la tierra para liberar a la humanidad, eligió a su madre, preservándola del pecado original.
La madre de Jesús, en su importantísima tarea, recibió este privilegio de nacer sin mácula. Esto nos hace pensar que el Señor nos otorga a todas las personas dones y regalos suficientes para completar la misión que se nos encomienda, siempre fieles a nuestra fe. Con el sacramento del Bautismo borramos esa mancha original, a la vez que nos convertimos en hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Y, a partir de ahí, podemos recibir el resto de sacramentos para seguir manteniendo limpia nuestra alma, como es el de la Confesión y el de la Eucaristía.
En España el origen de la celebración es militar: en el año 1585 el ejército español luchaba en Flandes en la conocida como Guerra de los 80 años. Unos 5.000 mil hombres batallaban en el monte de Empel, acorralados por los holandeses y en una situación muy crítica. La noche del 7 de diciembre, un soldado español encontró mientras cavaba una trinchera, una tabla flamenca de la Inmaculada Concepción. El tercio español improvisó un altar y rezó toda la noche. Al día siguiente, los ríos que les rodeaban se habían congelado, y así pudieron escapar de sus enemigos, gracias a la ayuda de la Virgen.
La devoción a la Inmaculada Concepción está muy extendida tanto en Europa como América, siendo patrona de muchos lugares, entre ellos España. De ahí que el 8 de diciembre sea siempre un día festivo. En el Colegio CEU San Pablo Sanchinarro siempre celebramos esta fiesta en nuestra Capilla, así como con la transmisión en las aulas del mensaje tan importante que supone este dogma de fe. Nuestra tarea como centro educativo de la familia CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, es formar a la Iglesia del futuro, que se enriquecerá con la acción de chicos y chicas comprometidos en trabajar por el bien de la sociedad.
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