¿Por qué es tan importante educar para la vida desde el colegio?
Educar va más allá de transmitir unos conocimientos. Las matemáticas, la lengua y el idioma son importantísimos, por supuesto. Sin embargo, también lo es el concepto de educar para la vida.
Una de las finalidades de la educación en los colegios es el desarrollo integral de la persona y su capacidad para transformar la sociedad.
Durante mucho tiempo se ha dado importancia al desarrollo de la dimensión cognitiva, dejando de lado otras dimensiones del niño como la emocional, la afectiva, la moral, la cívica y la espiritual.
Educar no es solo formar a estudiantes para que tengan conocimientos, sino para que muestren también calidad en sus comportamientos y en su relación con los otros. Y esto no es más que educar también en valores, habilidades, emociones y actitudes.
Educar para la vida es también caminar junto al alumno para que llene su mochila de recursos personales y sociales que le ayuden a desenvolverse en el entorno actual, el famoso VUCA del que todo el mundo habla: volátil, ambiguo, incierto y cambiante.
La importancia del pensamiento crítico y creativo
Como elementos fundamentales en la construcción de las personas y de sus competencias, están los aspectos que tienen que ver con el pensamiento. Son fundamentales. Y aquellos que tienen que ver con el pensamiento crítico, porque es lo que construye una identidad real; y por otro lado con el pensamiento creativo, es decir, aquella flexibilidad en un entorno tan cambiante como el que vivimos y por lo tanto la capacidad de adaptarse sin dejar de ser lo que eres.
Educar para la vida es también, por lo tanto, educar para que los alumnos desarrollen su pensamiento crítico; para que aprendan a convivir y a saber manejarse sin dejarse manipular; para asumir la responsabilidad de formar parte de la sociedad.
Y con esa hoja de ruta, en el Colegio miramos a las personas como entes pensantes, que actúan sobre la sociedad, sobre su entorno, y además esa mirada es fundamentalmente ética, dirigida hacia el bien, hacia el prójimo.
El alumno de un Colegio CEU debe llegar a ser una persona transformadora, indagadora, generosa, valiente, que defienda la verdad, autónoma, responsable, feliz, que brille con luz propia, que adquiere las competencias, los conocimientos y los valores necesarios desde edades tempranas para comprender y transformar la sociedad del futuro.
Educar para la vida a través de las emociones
La construcción de la identidad de la persona tiene otro elemento fundamental, sobre todo en su desarrollo inicial, pero que tiene que cuidar a lo largo de toda la etapa educativa y es lo que tiene que ver con su desarrollo emocional. En dos aspectos fundamentales: aquello que le da autonomía y seguridad en sí mismo a través del autoconocimiento y la gestión de las propias emociones; y por otro lado, la mirada que el individuo tiene hacia los demás, a través de la empatía, la capacidad de reconocer en el otro algo que está en uno mismo. Todo esto no solamente construye el valor de la persona sino también una forma de relacionarse entre las personas. El Colegio ha de proporcionar espacios de escucha, comunicación y empatía.
El rol del profesor en esta manera de entender la educación en los colegios implica estar cerca de las personas, acompañarlas en su formación, en su vida.
El profesor es el verdadero motor del cambio. Hasta hace poco su función era transmitir el conocimiento y asegurarse de que este conocimiento se adquiera. Ahora el conocimiento está en muchísimos sitios, y su rol es el de acompañar de manera individual las necesidades de cada uno de los alumnos. Impulsar, por tanto, las destrezas de orden superior del pensamiento, analizar, evaluar y crear.
En definitiva, al educar para la vida no buscamos solo el aprendizaje de conocimientos, sino también el de habilidades y actitudes, centrado en el alumno. Un alumno que no es un elemento pasivo que escucha, memoriza y desembucha, sino que actúa y participa de forma activa en todo su proceso.