Un colegio con corazón: el amor verdadero
Quien lo probó, lo sabe.
Es cierto. Por la mañana entran por la puerta del Colegio, niños que son alumnos, alumnos que no son ya tan niños, madres, padres…y todos quieren y son queridos.
Otros, esperan pacientes en la puerta a ser recogidos para iniciar un camino de vuelta a casa. No van solos, van acompañados de su madre humana, de su padre humano, en definitiva, de quienes son y han decidido ser sus amos.
Conozco a algunos de ellos que esperan tranquilos o inquietos en la puerta. Lola, Antuan, Luna, Lena y otros que se van sumando al paisaje matinal tienen cuatro patas y son, con certeza, el amor verdadero. Reciben las caricias y los saludos matinales y alguno porta de manera elegante, como corresponde a su raza, un chaleco que le protege de este invierno poco soleado.
Quienes tienen la oportunidad de acariciar a su perro al llegar a casa, sentarse y sentir su presencia, levantarse y oír sus pasos, saber que ha llegado la hora de la comida sin mirar el reloj del móvil, escuchar palabras y frases de cariño que pululan por la casa dirigidas a un ser de cuatro patas que no responde verbalmente pero que su gesto devuelve con creces el significado…conocen el amor verdadero.
Al llegar a casa, tras un día de trabajo intenso y no siempre confortable, abro la puerta y quienes siempre acogen mi llegada dando saltos a la espera de mis saludos, mis caricias y un diminuto y apreciado trozo de pan son mis perros.
Los que sabemos que nuestra vida y la de nuestros hijos no sería tan buena sin ellos es que hemos conocido y vivimos el amor verdadero.
Nona te emociona